El cuerpo de Cristo clavado en la cruz se enfrenta a los momentos finales de su vida. La soledad del Calvario se hace patente en esta expresiva escena en la que se va a consumar el proyecto de Redención que Dios Padre tiene para el hombre.
Jesús ha encomendado su madre al apóstol Juan y les ha pedido que se reciban el uno al otro. Comienza entonces la agonía de Cristo, el tiempo previo a la muerte. Ésta es la dramática secuencia que se recoge en esta imagen. A pesar de la dureza del momento y de lo maltrecho del cuerpo de Jesús después de haber sufrido la flagelación, de recorrer la vía Dolorosa y ser clavado en el madero, el escultor, Lozano Roca, ha dulcificado todo este sufrimiento de Cristo para presentarnos una figura en la que son visibles los signos de ese dolor, pero en la que su rostro está lleno de serenidad, de entereza, de entrega a la voluntad del Padre.
Sus ojos, todavía abiertos, son una llamada, una búsqueda del compromiso del creyente, reclamando de este modo la conversión, la entrega a los valores del Reino de Dios. El cuerpo se arquea hacia delante, reflejando el dolor que padece, aunque la dulzura de las líneas que lo forman mitigan profundamente el drama de la cruz. Así, después de varias horas de suplicio y de encomendar su alma al Padre, tras un desgarrador grito, Jesús entregó su alma.
Es la venerada talla del Santísimo Cristo de la Agonía una imagen que está más cercana a la de «Cristo triunfante», victorioso sobre la muerte, una imagen que nos llama a la paz, a la concordia, a la esperanza. Actitud, esta última que se hace realidad en la imagen de la Madre que con la advocación de Nuestra Señora de la Esperanza acompaña al Hijo en esta procesión del Silencio del Miércoles Santo de Totana.